Publicado: 2009.03.12
Las tarifas "abusivas"
impuestas con la gestión privada del puerto son insoportables para los
pescadores que han dejado de ser profesionales. Se han visto obligados a no
vivir del mar y mantenerse con barcos de recreo para buscarse trabajo en
tierra. Ahora, tendrán que pagar el triple por un atraque o dejar la actividad.
MAIKEL CHACÓN, Tazacorte
El cambio de gestión en el puerto
de Tazacorte, de pública a privada, ha hecho peligrar la presencia en el muelle
de más de 100 pescadores artesanales que han estado vinculados durante toda su
vida al mar y que, pese a que se han apartado de la vida profesional unida al
océano para buscar por obligación una mejor suerte laboral en tierra o simplemente
por jubilación, mantienen con sacrificio una pequeña embarcación con la que
aportan a su familia las pocas capturas que realizan.
La protesta se ha hecho extensiva
tras conocer los precios impuestos por Satocan para mantener el barco en el
agua. Hasta tal punto que muchos han decidido, de no rectificarse las tarifas
aprobadas con autorización del Gobierno canario, sacar su pequeño barco del
puerto y abandonar definitivamente las sacrificadas tareas de pescador, en
estos casos, a tiempo parcial. Algunos han anunciado ya incluso con carteles la
puesta a la venta de las embarcaciones.
Los bolsillos de estas personas,
lejos de asimilarse a los de los propietarios de los grandes yates o
embarcaciones deportivas de mayor calado, también afectados por un incremento
importante en los precios de los pantalanes, no soportarán aumentos del 300 y
el 400 por ciento en el precio del atraque. Ellos mismos lo aclaran: "esto
no es Puerto Colón, en Las Américas, con embarcaciones de lujo. Esto es El
puerto de Tazacorte, un barrio de pescadores con muchas familias que mantienen
barquitas de cinco o seis metros para poder capturar algo de vez en cuando, ya
que no pueden seguir siendo pescadores profesionales, de los que sólo quedan
una veintena, que son los que no pagan por los atraques".
Según los cálculos de la propia
cofradía de pescadores, el 70% de los barcos amarrados en los pantalanes
pertenecen a pescadores tradicionales retirados o dedicados a otras tareas
profesionales. Sus pequeños barcos pagan como si fueran lanchas deportivas o
yates de recreo, pasando de 150 euros a 600 en sólo seis meses, en función de
los metros cuadrados que ocupen, y si no llegan a los estipulados tienen que
salir del agua para dejarle el sitio a los más grandes. Los más pequeños, de
cuatro o cinco metros, serán apilados en tierra casi al mismo precio, en unas
estanterías, y cuando los quieres llevar al agua una grúa los baja.
Para ellos, esta situación no es
inesperada. Se veía venir desde que pusieron los primeros pantalanes. Algunos
la resumen en una frase: "Es el cuento del pescador pescado". Ahora,
tras décadas de lucha en el mar, de presión para obtener mejoras en el puerto,
de olvidos en ciertos momentos por parte de los gobernantes, estos pescadores
"exiliados" sienten que les han quitado su espacio vital, en donde
mejor se sienten.
Los más longevos siempre han
visto el muelle como un refugio pesquero que fue pagado por todos y que se ha
transformado en un puerto deportivo de carácter privado en el que ya no caben
aquellos para los que se construyó hace más de 30 años.
Fuente: eldia.es.
Articulo para hacer una reflexión
amplísima sobre si este caso en particular, sobre el refugio pesquero que se construyó,
llamémosle así, en nuestro pueblo.
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