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lunes, 26 de septiembre de 2016

JEREMIAS



Hablar de Jeremías es lo más difícil que me podría echar entre pecho y espalda.

Lo voy a intentar.

Antes tomando el cafecito me fije que la silla donde suelo meditar sobre todo de noche está tomada por la parra. Y le dije a Sasa ¡Jo! pues sí que "estoy en la parra".

Entonces la parra se me encaro, se pone así como temblando, y me recordó que Cesar Manrique es el barco donde Jeremías y yo compartimos todo, todo lo compartible y más. Y más allá de más.

Y esa parra me la regalo el, sin ninguna intención con la generosidad y el cariño que siempre manifestó.

Hablar de Jeremías es hablar del derecho de la vida a vivir, del inquebrantable posicionamiento en favor de ese derecho.

Hablar de Jeremías es hablar del derecho a vivir la vida propia, el inquebrantable derecho a vivir la propia vida. A su manera como diría la canción, no a la manera que los demás le queramos imponer. Por esto por lo otro o por lo de mas allá.

Hablar de Jeremías es entrar en el núcleo de las vivencias más intensas auténticas y honorables que uno pueda compartir con un ser humano. Al borde al límite, más allá, de lo que el uno le podía pedir al otro, siempre más alla. Forzando todas las fronteras de lo recomendable de lo posible de lo justo, por salvaguardar vidas.

Hablar de Jeremías es hablar de sufrimiento de dolor de batallas perdidas una tras otra y otra y otra. Porque siempre nos superaba la muerte y la incapacidad de nuestros gestores para amparar aquella pasión.

Hablar de Jeremías es hablar de la falta de reconocimiento laboral y social a una labor impagable.

Hablar de Jeremías es hablar de desencuentros que ahora sé que no fueron desencuentros sino el resultado físico de haber sido aplastados contra el piso por la institución a la que le dimos todo. Tiempo, dinero y familia.

Hablar de Jeremías es hablar de la mar en cada una de sus manifestaciones.

De la noche en cada una de sus estrellas.
Hablar de Jeremías es hablar del miedo aquel miedo pegajoso a que los matarifes te estuvieran burlando. De las emisoras intempestivas e inoportunas a cualquier hora del día y de la noche. ¡Vamos!….¡Pero es que no puedo que estoy enfermo que estoy liado que estoy de juerga que estoy con mi familia, que el mar no nos lo permite! "chacho pero tú no ves el temporal".

Ante todos los "no puedo" y "que estoy" siempre hubo una palabra sagrada, inviolable. ¡VAMOS!.

Hablar de Jeremías es hablar de lo que más daño le puede hacer o se le puede hacer. Su barco. El Cesar Manrique. Es hablar de la desidia institucional y hasta social a lo que ese barco y ese nombre representan.

Hablar de Jeremías es hablar de lo afortunado que fui por haber perdido junto a él, todo lo que perdimos insisto derrota tras derrota.

Pero también es hablar de la vida que custodiamos y que no nos fue birlada.
De sus tierras y de su amor por lo de tierra a dentro que hable otro. De su familia y su amor a esa familia que hable otro. De sus amigos y el amor por sus amigos que hable otro.De su amor por sus fiestas romerías y tradiciones que hable otro.

Pero ese carajo cabildo ya está tardando en reconocer su labor.

Yo no espero un minuto más para hacerlo.
Fuiste eres y serás un grande. Y siento mucho en algún momento no haber estado a la altura.

Los que me oyeron en esos momentos hablar de ti, conocen mi ignominia hacia ti.

Pero tío, es muy muy difícil tu listón.
Yo ya me perdone sé que tú siempre lo hiciste. Y esto va por Pedro Martin también que fue quien más lo sufrió.

Pero hablar de Jeremías por encima de todo es ver su mano acariciándose, revolviendo la punta de su bigote un instante antes de decir vale ¡VAMOS!

Ginés Manuel Días Pallares

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